Tras la emocionante experiencia irlandesa de Espiral, un disco grabado bajo los designios del mítico productor Donald Lunny, "Hai un paraíso" constituye un oportuno certificado de mayoría de edad. En su año número 18, LNL ha sabido producir su álbum más personal (lo que en su caso equivale a decir el más colectivo). Concebido aún bajo la conmoción del Prestige y toda su inmensa mancha de podredumbre, este octavo lanzamiento no oculta ni el dolor ni la rebeldía, pero constituye un esperanzado paso adelante y la asunción de un compromiso vital -acaso más inquebrantable que nunca- con la tierra de los ancestros.
La aparición de "Hai un paraíso" coincide con un excelente largometraje documental sobre el grupo, "Un bosque de música", en el que el cineasta Ignacio Vilar demuestra de forma irrefutable la íntima relación entre la banda, su música y esa Galicia misteriosa, mágica y exuberante que se desparrama por costas, valles, montañas y recovecos a millares. "Un bosque
" se grabó a finales del verano durante dos intensas semanas en el monasterio orensano de O Barco de Valdeorras y se convirtió así en la mejor puesta a punto posible de cara a la subsiguiente grabación de "Hai un paraíso". Con esa película, quienes se hayan enamorado de los sonidos de Bieito, Rosa y los suyos comprenderán aún mejor que el milagro gallego de "Luar na Lubre" no habría sido posible en ningún otro rincón del universo.