La historia de la Princesa y el Dragón, con caballero incluido, nos acompaña desde antiguo, concretamente desde el año 1988 en el que realizamos ya una primera puesta en escena.
La versión que presentamos ahora disfruta, eso creo al menos, de cuatro buenos ingredientes:
- La gracia y la frescura de los simples y siempre efectivos títeres de cachiporra. La fuerza de la música tradicional excelentemente interpretada en vivo con singulares y emblemáticos instrumentos, un lujo cada vez más raro de escuchar y ver.
- Una interpretación lúdica, festiva y disparatada realizada por tres experimentados titiriteros (dos actores y un músico).
- Un hermoso diseño de muñecos y escenografía, creado por Ricard Monrós, e inspirado en el cómic y en la arquitectura curvilínea de Gaudí.
Sólo me resta decir que la moraleja del cuento, que la tiene, pretende ser: la imaginación y el juego son las más de las veces una poderosa herramienta para trastornar y subvertir aquellos que nos disgusta.